Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de Cenicienta, basado en la obra de Charles Perrault, pensada para una audiencia infantil.

En un reino lejano, vivía una hermosa joven llamada Cenicienta. Su padre, un amoroso mercader, había fallecido, dejando a Cenicienta al cuidado de su madrastra y sus dos hermanastras, Drusilla y Griselda. Pero la bondad de Cenicienta se vio opacada por la crueldad de su nueva familia, quienes la obligaron a trabajar como sirvienta en su propia casa.
A pesar de las penurias, Cenicienta nunca perdió la esperanza ni la bondad. Con su espíritu alegre y su corazón compasivo, ayudaba a todos los que la rodeaban, incluso a los animales del bosque.
Un día, el rey anunció un gran baile en el palacio para que su hijo, el apuesto príncipe, encontrara esposa. Las hermanastras de Cenicienta, emocionadas por la oportunidad de casarse con el príncipe, comenzaron a prepararse con esmero, ignorando por completo a Cenicienta, quien anhelaba asistir al baile pero no tenía nada que ponerse.
Cenicienta: (Suspirando) ¡Ay, cuánto me gustaría ir al baile! Pero mi madrastra y mis hermanastras jamás me lo permitirían.

Con el corazón roto, Cenicienta se refugió en el jardín. En ese momento, su Hada Madrina apareció.
Hada Madrina: No te preocupes, Cenicienta. Yo haré que tu sueño se haga realidad.
Con un chasquido de sus dedos, la hada madrina transformó a Cenicienta en una bella princesa, con un vestido azul celeste que brillaba con la luz de las estrellas y zapatillas de cristal que hacían juego.
Cenicienta: ¡No puedo creerlo! ¡Eres increíble, Hada Madrina!
Hada Madrina: Recuerda, Cenicienta, el hechizo se romperá cuando las campanadas del reloj den las doce de la noche. ¡No llegues tarde!
Cenicienta: No lo haré, Hada Madrina. Te lo prometo.
El hada madrina también le otorgo un hermoso carruaje, Cenicienta llegó al baile, cautivando a todos con su belleza y amabilidad. A su llegada, le anunciaron al hijo del rey que habia llegado una hermosa princesa y que nadie reconocia. El príncipe fue a recibiarla y con tan solo verla quedó prendado de ella, tal fue su admiración que no dudo en invitarla a bailar.

Príncipe: (Quedándose sin aliento) ¡Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida!
Cenicienta: (Sonrojada) Gracias, príncipe.
El principe estuvo tan encantado con Cenicienta que olvido preguntarle su nombre y bailaron toda la noche. Sin embargo, el hechizo del Hada Madrina tenía un límite: se rompería cuando las campanadas del reloj dieran las doce de la noche. Cenicienta, presa del pánico, huyó del baile a toda prisa, dejando atrás una de sus zapatillas de cristal.
El príncipe, decidido a encontrar a la misteriosa princesa del baile, recorrió el reino buscando a la dueña de la zapatilla. Finalmente, llegó a la casa de Cenicienta.

Madrastra: ¡No pierdas tiempo con ella, príncipe! Mis hijas son las únicas que podrían ser tu esposa.
Príncipe: (Ignorando a la madrastra) Quiero probar la zapatilla a todas las jóvenes del reino.
Las hermanastras, desesperadas por calzar la zapatilla, intentaron en vano hacerlo, deformando sus pies en el proceso.
Cuando Cenicienta se probó la zapatilla, esta le quedó perfecta. El príncipe, al reconocerla, se llenó de alegría y ambos se enamoraron aún más. Se casaron en una gran ceremonia y vivieron felices para siempre, demostrando que la bondad y la esperanza siempre triunfan sobre la maldad.
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