Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de Caperucita Roja, basado en la obra de Charles Perrault, pensada para una audiencia infantil.

Había una vez, en una aldea rodeada de árboles y flores, una dulce y linda niña a la que todos en el pueblo llamaban Caperucita Roja por la caperuza roja que su abuela le había tejido con tanto amor. Un día, su mamá le dijo: “Hijita, tu abuelita ha enfermado. ¿Podrías ir a visitarla y llevarle estas deliciosas tortas y un tarro de mantequilla?”
"Está bien mamá, tengo muchas ganas de visitarla", aceptó Caperucita encantada.
"Ve con cuidado por el bosque y no hables con extraños", le advirtió su mamá antes de salir de casa.
"Claro que sí, mami", respondió Caperucita y se puso en camino hacia la casa de su abuelita.

Durante su camino, Caperucita se desvió un poco del camino para recoger unas flores que le encantaban a su abuela. Sin embargo, había un lobo que al verla le entraron ganas de comerla, pero este no se atrevió porque había leñadores cerca. Se acercó fingiendo amabilidad y preguntó:
"¿A dónde vas, Caperucita?"
Con un poco de duda, pues no conocía al lobo, respondió – "A casa de mi abuelita."
"¿Y vive muy lejos?", añadió el lobo.
"Sí, al otro lado del bosque", respondió Caperucita.
"Pero este camino es muy largo, ve por este otro y llegarás en la mitad de tiempo", propuso el lobo con malas intenciones, el camino que le propuso era el más largo.
"Gracias."
Caperucita, inocentemente, siguió la sugerencia del lobo y se fue por el camino propuesto. Inmediatamente, el lobo corrió a casa de la abuelita por el camino más corto. No tardó mucho en llegar y fingiendo ser Caperucita tocó la puerta.
"¿Quién es?", preguntó la viejecita.
"Soy tu nieta, Caperucita", dijo el lobo imitando la voz de la niña.
"Pasa mi pequeña, tira del cordel y podrás entrar."

Así lo hizo el lobo y tan pronto la vio, corrió a comérsela, pero la abuelita se escondió en otra habitación para que el lobo no pudiera hacerle nada. El lobo buscó en el armario de la viejecita sus ropas y se vistió como ella. Se metió en la cama, ocultando su rostro bajo las mantas, y esperó la llegada de Caperucita Roja.
Pasados unos minutos, se escuchó en la puerta un “toc, toc, toc”.
"¿Quién es?", preguntó el lobo fingiendo la voz de la abuelita.
"Soy yo, Caperucita, te traigo torta y mantequilla para que te recuperes."
"Oh qué rico, pasa, pasa."

Cuando entró y vio a su abuelita, notó que algo era diferente, por ello comenzó a decirle lo sorprendida que estaba por su apariencia:
"Abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!"
"Son para verte mejor, mi niña."
"Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!"
"Son para oírte mejor."
"Abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!"
"¡Son para comerte mejor!"
En ese instante, el lobo saltó de la cama y persiguió a Caperucita para comérsela. La niña, asustada, comenzó a gritar por ayuda. Para su suerte, uno de los leñadores pasaba cerca y corrió a ayudar a Caperucita, espantando al lobo para que nunca más volviera por ese lugar.
Así, con la ayuda del leñador, Caperucita y su familia vivieron felices para siempre, compartiendo cuentos emocionantes y deliciosas tortas con mantequilla.
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