Los Niños Buenos

Nota: Esta es una adaptación del cuento "The Good Children" de A. H. Wratislaw, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

En un tiempo de gran hambruna, la naturaleza castigó a la humanidad y los poderosos decretaron medidas crueles. Sin embargo, la bondad y el sacrificio de unos hermanos demostraron que el amor familiar puede transformar incluso la más dura adversidad.

Imagen capítulo 1

La ira del Señor se desató sobre la humanidad y durante tres largos años, el mundo sufrió una terrible hambruna. En cada rincón, la tierra no daba fruto y los campos se marchitaban bajo la sequía.

Nadie sembraba esperanza, pues la tierra se negaba a germinar, dejando a la gente en una desesperación silenciosa. Los graneros estaban vacíos y la gente, atormentada por la escasez, apenas subsistía con lo poco que lograban recolectar.

En medio de ese sufrimiento, se extendió el miedo y la tristeza, pues cada día parecía arrastrar consigo el peso de un destino inevitable. La desesperación se convirtió en la compañera constante de los hombres, y la esperanza se desvanecía lentamente.

La gente suplicaba a Dios por perdón y un cambio, pero la respuesta era fría: la sequía no daría tregua y la miseria se extendía como una sombra implacable.

Imagen capítulo 2

En un imperio gobernado por un joven emperador, la desesperación llevó a medidas extremas. Los consejeros, inexpertos y arrogantes, aconsejaron que los ancianos, considerados inútiles, debían ser eliminados para preservar los escasos recursos.

El emperador, ciego por la juventud y la falta de sabiduría, emitió un edicto cruel: todos los ancianos debían ser ahogados para asegurar que el pan se reservase para los jóvenes.

Las noticias del edicto se difundieron rápidamente, y los heraldos recorrieron el país proclamando la sentencia, mientras la gente se llenaba de terror ante tal injusticia.

Brutalmente, los brigandistas y soldados se apresuraron a capturar a los ancianos, sumiendo al imperio en una ola de tristeza y horror, mientras el mundo parecía condenarse a la miseria.

Imagen capítulo 3

En un rincón olvidado, tres hermanos oyeron el cruel edicto y, al enterarse de la inminente perdición de su padre, se llenaron de un amor inconmensurable.

Con lágrimas en los ojos, persuadieron a su anciano padre para que se entregara a ellos, para que él pudiera perecer en paz, dejando a los hijos con la esperanza de sobrevivir.

Los hermanos se apresuraron a llevar a su padre a su humilde casa, cavaron bajo el piso y crearon un lecho improvisado con las pocas mantas y la escasa paja que tenían.

Con mucho sacrificio, compartieron su escaso pan y otros alimentos, alimentando a su padre en secreto mientras el mundo exterior se sumía en el hambre y la desesperación.

Imagen capítulo 4

Cuando la primavera llegó y las lluvias comenzaron a caer, el pueblo se llenó de esperanza, pero no había semilla alguna para sembrar.

Los hermanos, decididos a cambiar su destino, se dirigieron a su padre y le pidieron consejo, y él les sugirió: “Despojad la vieja casa, trilla el grano que queda, y usad hasta lo que parece insignificante para sembrar en la tierra sagrada.”

Con esfuerzo y lágrimas, desmantelaron la modesta vivienda y trituraron hasta los restos más diminutos, sembrándolos en el campo con fe absoluta.

En poco tiempo, la tierra, bendecida por el sacrificio de los tres hermanos, comenzó a brotar una abundancia de maíz, trigo y otros granos, llenando el imperio de la bendición de una nueva cosecha.

Imagen capítulo 5

El milagro del grano se esparció como un reguero de luz en medio de la oscuridad. La noticia llegó hasta el emperador, quien convocó a los tres hermanos a presentarse ante él.

Temerosos pero decididos, los hermanos relataron con sinceridad cómo habían sacrificado sus bienes y esfuerzos para salvar a su padre y sembrar la semilla que trajo la bendición.

El emperador, al escuchar la historia y ver el milagro en los campos, se conmovió y revocó el cruel edicto, ordenando que se protegiera a los ancianos y se celebrara la compasión.

El antiguo dolor se transformó en júbilo, y el imperio se llenó de festejos; la gente aprendió que el verdadero valor reside en la bondad y el sacrificio desinteresado.

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