Este es un cuento tradicional chino, adaptado para facilitar su comprensión.

En tiempos antiguos, los dioses intervenían en la vida de los hombres, otorgando bendiciones o castigos según sus actos. Pero, ¿puede una recompensa divina convertirse en una maldición? Esta es la historia de Hu-Wu-Bau, un hombre que aprendió que incluso los dones de los dioses pueden traer desgracia.

Hu-Wu-Bau, un hombre que vivía cerca de la Gran Montaña, un día se aventuró en sus senderos. Bajo la sombra de un árbol, se encontró con un mensajero de capa roja que le dijo: "El Señor de la Gran Montaña desea verte". Temeroso, pero sin atreverse a rechazar la invitación, cerró los ojos como se le indicó.
Cuando los abrió nuevamente, se hallaba ante un palacio majestuoso. El dios lo recibió con un banquete y le dijo: "He sabido que viajarás al Oeste, y quiero que lleves una carta a mi hija, que está casada con el dios del río". Hu-Wu-Bau aceptó y recibió la carta.
El dios le indicó que, al llegar al centro del Río Amarillo, golpeara el costado del barco y llamara a "Greencoat". Con esta instrucción, el hombre fue devuelto al mundo de los vivos, listo para cumplir su encargo.

Al llegar al Río Amarillo, Hu-Wu-Bau llamó a "Greencoat" como se le había dicho. Una mujer vestida de verde emergió de las aguas y lo guió hasta el palacio del dios del río.
El dios del río recibió la carta con gratitud y, como recompensa, obsequió a Hu-Wu-Bau con un par de zapatos de seda verde. "Con ellos, podrás caminar sin cansancio y ver el mundo de los dioses y los espíritus", le explicó.
Agradecido, Hu-Wu-Bau partió sin saber que este don cambiaría su destino.

Un año después, Hu-Wu-Bau regresó a la Gran Montaña para informar al dios. Durante su visita, vio a su padre difunto encadenado, cumpliendo una condena. "Pisa pan en vida y cargarás cadenas en la muerte", le explicó su padre, rogándole que intercediera por él.
Conmovido, Hu-Wu-Bau pidió clemencia al dios de la montaña, quien accedió con una advertencia: "Los vivos y los muertos no deben mezclarse".

Hu-Wu-Bau regresó a casa, pero pronto sus hijos comenzaron a morir. Desesperado, buscó al dios de la montaña, quien le recordó su advertencia.
El dios convocó al padre de Hu-Wu-Bau y lo culpó por llamar a sus nietos. Para restaurar el equilibrio, reubicó al espíritu en otro lugar y puso un nuevo dios en el pueblo. Desde entonces, la desgracia cesó.
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