Nota: Esta es una versión adaptada del cuento tradicional de El perro fiel, pensada para una audiencia infantil.

En las lejanas tierras andinas del Perú, donde las montañas tocan las nubes y los ríos cantan entre las piedras, hay un sinfín de historias que nos hablan de amor, lealtad y esperanza. Una de ellas es la leyenda de El perro fiel, un relato que nos muestra cómo la amistad verdadera puede superar cualquier obstáculo, incluso el paso del tiempo.

Hace muchos años, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un joven pastor llamado Anselmo. Pasaba sus días cuidando a sus ovejas y compartiendo su vida con su fiel perro, Qori, un animal de pelaje dorado y ojos llenos de ternura. Qori no era un perro cualquiera; parecía entender cada palabra y sentimiento de su amo, y nunca se separaba de él.
Anselmo y Qori tenían una rutina diaria: salían al amanecer, recorrían los verdes pastizales y regresaban al pueblo al caer la tarde. Una tarde, mientras descansaban junto a un río, Anselmo acarició a Qori y le dijo:
—Eres más que un perro; eres mi mejor amigo.
Qori movió la cola con entusiasmo, como si comprendiera cada palabra. Anselmo no sabía que esa lealtad sería puesta a prueba muy pronto.
Una tarde, mientras Anselmo guiaba a sus ovejas por un sendero estrecho, el cielo se oscureció repentinamente. Un grupo de bandidos apareció de entre los árboles. Eran hombres malvados que querían robar las ovejas y atacar al joven pastor.

—¡Dame tus ovejas y no te pasará nada! —gritó el líder de los bandidos.
Anselmo, aterrorizado, trató de proteger a su rebaño, pero era solo un muchacho frente a varios hombres armados. Qori, sin dudarlo, se lanzó contra los bandidos, ladrando ferozmente y mordiendo a quien se acercara a su amo.
Los bandidos, asustados por la valentía del perro, huyeron. Sin embargo, en la pelea, Qori recibió una herida en una pata. Anselmo lo cargó en sus brazos y lo llevó al pueblo, prometiéndole que lo cuidaría como él lo había protegido.

Durante días, Anselmo cuidó a Qori con esmero. Usaba hierbas curativas y rezaba para que su fiel amigo se recuperara. Mientras lo cuidaba, le dijo:
—Si algún día me pasa algo, sé que cuidarás de nuestras ovejas como lo hiciste hoy.
Qori miró a Anselmo con sus ojos brillantes, como si le estuviera dando su palabra. Poco a poco, el perro sanó, y la vida volvió a la normalidad. Sin embargo, un oscuro destino estaba a punto de separarlos.
Unos meses después, Anselmo enfermó gravemente. Ni las hierbas ni los remedios del pueblo lograron curarlo, y una mañana, mientras el sol iluminaba las montañas, el joven pastor cerró los ojos por última vez.

Tras la muerte de Anselmo, Qori quedó solo. Nadie en el pueblo quiso hacerse cargo de él, y las ovejas comenzaron a dispersarse. Pero Qori no se dio por vencido. Recordando las palabras de su amo, decidió cuidar el rebaño por su cuenta.
Cada día, guiaba a las ovejas hacia los pastizales y regresaba al atardecer. Los habitantes del pueblo lo observaban con asombro. Decían que era como si el espíritu de Anselmo viviera dentro del perro.
Con el tiempo, Qori se convirtió en una figura legendaria en el pueblo. Nadie entendía cómo un perro podía hacer todo eso solo, pero todos respetaban su valentía y lealtad.
Los años pasaron, y un día, Qori desapareció. Algunos dicen que se fue al lugar donde Anselmo había sido enterrado y que allí se quedó para siempre, cuidando de su amo incluso después de la muerte.

El pueblo decidió honrar a Qori construyendo una pequeña estatua en su memoria, para que todos recordaran la historia del perro que nunca abandonó a su mejor amigo.
Y así, en las tierras del Perú, la leyenda de Qori, el perro fiel, sigue viva, recordándonos que el amor y la lealtad son fuerzas que pueden superar cualquier adversidad.
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