Nota: Esta es una versión adaptada del cuento tradicional de Los Tres Cabritos Gruff, pensada para una audiencia infantil.

En un verde valle, rodeado de montañas y atravesado por un río cristalino, vivían tres cabritos llamados Gruff. Estos hermanos eran conocidos por su valentía, inteligencia y deseo de explorar. Aunque la vida en el valle era tranquila, había un obstáculo que los separaba de los pastos más verdes: un puente custodiado por un temible trol.

Había una vez tres cabritos que vivían en un hermoso valle. Había mucha hierba, pero con el tiempo, el pasto comenzó a escasear. Mirando hacia las montañas, los cabritos Gruff vieron un campo al otro lado del río, lleno de la hierba más verde y jugosa que jamás habían imaginado.
—¡Si cruzamos ese puente, tendremos comida suficiente para siempre! —dijo el cabrito pequeño, que era el más soñador de los tres.
—Pero… ¿qué hay del trol que vive debajo del puente? —preguntó el cabrito mediano con algo de miedo en su voz.
—No hay que preocuparnos tanto —dijo el cabrito mayor con confianza—. Si usamos nuestra astucia, podremos cruzar sin problemas.
Los tres hermanos decidieron esperar al día siguiente, cuando el sol estuviera alto, para emprender su aventura. Así, cada uno se preparó, llenándose de valor y soñando con el delicioso pasto que pronto disfrutarían.

Al amanecer, el cabrito más pequeño fue el primero en acercarse al puente. Con su corazón latiendo rápidamente, empezó a caminar. Las tablas del puente crujían bajo sus pequeñas patas. De repente, una voz grave resonó desde abajo.
—¡Quién anda cruzando mi puente! —rugió el trol, saliendo de debajo del puente con una expresión feroz.
El cabrito pequeño tembló, pero con una voz firme dijo:

—Soy yo, el cabrito más pequeño. Apenas tengo carne, y no valgo la pena. Espera al siguiente cabrito, que es mucho más grande.
El trol, intrigado por la idea de un cabrito más grande, pensó que valdría la pena esperar. Así que dejó pasar al pequeño, quien corrió rápidamente hacia los verdes pastos al otro lado del puente.
El cabrito mediano fue el siguiente en cruzar. Sus patas eran más fuertes, y el sonido de sus pisadas resonaba más fuerte sobre las tablas. El trol, al escuchar el ruido, salió de nuevo.
—¡Quién anda cruzando mi puente! —gritó el trol, mostrando sus grandes colmillos.
El cabrito mediano, aunque algo asustado, tomó aire y dijo:
—Soy yo, el cabrito mediano. Pero no soy el más grande ni el más delicioso. Si esperas un poco más, mi hermano mayor pasará, y él es mucho más grande que yo.

El trol, ansioso por una comida aún más suculenta, dejó que el cabrito mediano cruzara. Este respiró aliviado al reunirse con su hermano pequeño en el campo de pasto verde.
Por último, llegó el cabrito mayor. Era grande y fuerte, y sus pasos hacían que el puente temblara. El trol, emocionado, salió de su escondite y rugió con fuerza.
—¡Ahora sí! ¡Te voy a comer!
Pero el cabrito mayor no se dejó intimidar. Bajó la cabeza y dijo con valentía:
—¡Ven, inténtalo si te atreves!
El trol saltó hacia él, pero el cabrito mayor lo embistió con sus cuernos fuertes y lo lanzó al río. El agua se llevó al trol lejos, y nunca más se supo de él.

Con el puente libre, los tres cabritos Gruff vivieron felices en los pastos verdes al otro lado del río. Compartieron su historia con otros animales del valle, enseñándoles que con astucia y valentía, cualquier obstáculo puede superarse.
Desde entonces, el valle floreció como nunca antes, y los cabritos Gruff fueron recordados como héroes.
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