Eco y Narciso

Nota: Esta es una versión adaptada de la leyenda de Eco y Narciso de la mitología griega, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

En las montañas de la antigua Grecia, las ninfas vivían en armonía con la naturaleza, mientras los dioses y humanos interactuaban de formas sorprendentes. Entre ellas, la hermosa Eco y el vanidoso Narciso protagonizaron una historia que dejó huella en la naturaleza para siempre.

Imagen capítulo 1

Eco era una ninfa alegre que amaba recorrer los bosques y conversar con cualquiera que encontrara en su camino. Su voz era melodiosa, y sus historias fascinaban tanto a humanos como a dioses.

Sin embargo, Eco tenía un defecto: hablaba demasiado. A veces, interrumpía a los dioses con sus largos relatos, lo que les molestaba. Un día, Hera, la esposa de Zeus, se enfadó porque Eco la distrajo mientras buscaba pruebas de las infidelidades de su esposo.

"¡Silencio, Eco!", exclamó Hera. "Como castigo, nunca podrás hablar primero. Solo podrás repetir las últimas palabras que escuches". Desde ese día, la alegre Eco perdió su voz original y quedó condenada a repetir las palabras de otros.

A pesar de su tristeza, Eco continuó vagando por los bosques, acompañada por el canto de los pájaros y el murmullo de los ríos.

Imagen capítulo 2

En otro rincón de Grecia, Narciso, un joven de belleza incomparable, paseaba por los campos. Sus ojos brillaban como el sol, y su cabello dorado caía en suaves rizos. Todos los que lo veían se enamoraban de él, pero Narciso era arrogante y despreciaba a quienes le confesaban su amor.

Un día, mientras caminaba cerca de un arroyo, Eco lo vio desde detrás de unos arbustos. Su corazón dio un vuelco al instante, y deseó hablarle, pero no podía iniciar una conversación.

Narciso, al escuchar un ruido, preguntó: "¿Hay alguien ahí?".

Eco respondió: "Alguien ahí...". Sorprendido, Narciso repitió: "Ven aquí".

"Ven aquí", contestó Eco, saliendo de su escondite.

Imagen capítulo 3

Al verla, Narciso se dio cuenta de que era una ninfa y, aunque hermosa, rechazó su amor con frialdad. "Prefiero estar solo que amar a alguien como tú", dijo.

Eco, herida por sus palabras, huyó al bosque, donde su tristeza la consumió lentamente.

Los dioses observaron el cruel comportamiento de Narciso y decidieron darle una lección. Un día, mientras caminaba cerca de un lago cristalino, Narciso se inclinó para beber agua. Al mirar su reflejo, quedó hechizado por su propia imagen.

"¿Quién eres?", susurró, sin darse cuenta de que era él mismo. Día tras día, Narciso volvía al lago, incapaz de apartar la vista de su reflejo.

Eco, escondida entre los árboles, lo observaba con tristeza. Aunque aún lo amaba, entendió que su vanidad era su castigo.

Imagen capítulo 4

Finalmente, Narciso, agotado por su obsesión, cayó al suelo. En el lugar donde su cuerpo descansó, florecieron hermosas flores blancas que ahora llevan su nombre: los narcisos.

Eco, consumida por su pena, se desvaneció hasta que solo quedó su voz, repitiendo las palabras que escuchaba. Desde entonces, cuando alguien grita en las montañas, el eco responde, recordando la trágica historia de la ninfa.

Los humanos aprendieron de esta leyenda la importancia de ser amables y humildes. Cada vez que ven un narciso o escuchan un eco, recuerdan a Eco y Narciso y las lecciones que dejaron en la naturaleza.

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