Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de La Sirenita, basado en la obra de Hans Christian Andersen, pensada para una audiencia infantil.

Había una vez, en un hermoso reino bajo el mar, una sirenita llamada Ariel. Ariel era la más joven de seis hermanas, y cada una de ellas era hermosa y encantadora. Pero Ariel, con su cabello rojo como el fuego y su voz dulce como el canto de los pájaros, era la más curiosa de todas.
Cada vez que se acercaba a la superficie del agua, miraba con asombro a los barcos que pasaban. Le encantaba observar a los humanos y soñar con conocer su mundo. Su abuela, que era una sirena sabia, siempre le decía que los humanos eran peligrosos, pero Ariel no podía evitar sentir fascinación por ellos.

Un día, mientras nadaba cerca de la superficie, Ariel vio un barco magnífico. A bordo había un joven príncipe que la dejó sin aliento. Era tan apuesto, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Ariel se sintió atraída por él de inmediato.
El mar estaba tranquilo, y Ariel se acercó al barco para escuchar las risas y las canciones de la tripulación. De repente, una tormenta feroz comenzó a agitar las aguas. El barco se balanceaba y el príncipe cayó al mar. Sin pensarlo dos veces, Ariel nadó hacia él y lo rescató, llevándolo a la orilla.
Ariel se escondió entre las rocas, observando cómo el príncipe despertaba. Se sintió muy feliz al saber que había salvado su vida, pero no podía quedarse allí. Tenía que regresar a su hogar en el océano. Desde ese día, Ariel no podía dejar de pensar en el príncipe y en cómo sería vivir en el mundo humano.

Las semanas pasaron, y Ariel decidió que tenía que hacer algo al respecto. Fue a ver a la sabia bruja del mar, Úrsula, que tenía fama de cumplir deseos. Ariel le explicó su deseo de convertirse en humana para poder estar con el príncipe.
Úrsula sonrió astutamente y le ofreció un trato. “Te daré piernas a cambio de tu hermosa voz. No podrás hablar ni cantar, pero podrás vivir en el mundo humano durante tres días. Si el príncipe se enamora de ti y te besa, te convertirás en humana para siempre. Si no, volverás a ser una sirena y perderás tu voz para siempre”.
Ariel, emocionada, aceptó el trato sin dudar. La bruja la transformó, y Ariel sintió un gran dolor en su garganta mientras su voz se desvanecía. Agradecida y con el corazón lleno de esperanza, nadó hacia la superficie.
Cuando Ariel llegó a la playa, sus piernas brillaban bajo el sol. Era extraño para ella caminar, pero lo intentó con determinación. Pronto, encontró al príncipe, que estaba buscando a la persona que lo había salvado.

Ariel sonrió, aunque no podía hablar. El príncipe la miró con curiosidad y le ofreció su mano. Desde ese momento, comenzaron a pasar tiempo juntos, explorando el mundo humano. Ariel descubrió las maravillas de la tierra, como los árboles, las flores y la música.
El rey del reino organizó un gran baile en honor al príncipe, y Ariel fue invitada. Se vestía con un hermoso vestido que la hizo sentir como una verdadera princesa. El príncipe la miraba con admiración, y Ariel sentía que su corazón latía más rápido.

A pesar de que no podía hablar, su amor por el príncipe crecía. Sin embargo, en el fondo de su corazón, sabía que el tiempo se estaba acabando. Tenía que hacer que el príncipe se enamorara de ella antes de que el sol se pusiera en el tercer día.
A medida que pasaba el tiempo, el príncipe comenzó a dudar de quién había sido su salvadora. Se había encontrado con otra mujer, que también afirmaba haberlo rescatado. Ariel sintió un nudo en su corazón, pero no podía hacer nada sin su voz.
Desesperada, decidió volver a ver a Úrsula para intentar recuperar su voz. La bruja, sin embargo, tenía un plan malvado. Le ofreció a Ariel su voz a cambio de un precio terrible: tendría que entregarle su alma.
Ariel, sintiendo que no tenía otra opción, aceptó el trato. Recuperó su voz, pero se dio cuenta de que había perdido su hermosa cola de sirena y ahora era un pez en un frasco mágico. El tiempo se estaba agotando, y tenía que encontrar al príncipe.
Regresó al mundo humano, donde la fiesta estaba en pleno apogeo. Con su voz, cantó una hermosa canción que llenó el aire. El príncipe se dio cuenta de que Ariel era realmente su salvadora, pero ya era demasiado tarde. El sol estaba a punto de ponerse.

Cuando el sol se ocultó, Ariel sintió que su corazón se rompía. Sin embargo, en un acto de verdadero amor, decidió sacrificar su propia felicidad. Se acercó al príncipe y le dijo que debía dejarlo ir, que debía regresar a su hogar. El príncipe, confundido y triste, no entendía lo que sucedía. Pero Ariel sabía que su amor por él era más fuerte que su deseo de estar con él. Con lágrimas en los ojos, se despidió.
De repente, el poder del amor de Ariel hizo que Úrsula perdiera su magia. El agua a su alrededor brilló con luz y, en un destello de magia, Ariel fue liberada. Recobró su forma de sirena y se dio cuenta de que su sacrificio había sido recompensado.
El príncipe, que estaba observando todo desde la orilla, entendió que Ariel era su verdadero amor. En ese momento, juró que siempre la recordaría y que un día volverían a encontrarse.
Ariel nadó feliz hacia su hogar, donde sus hermanas y su abuela la recibieron con los brazos abiertos. Aunque había tenido que sacrificar mucho, sabía que su amor por el príncipe siempre viviría en su corazón.
Desde ese día, Ariel continuó explorando el mundo humano desde el océano, siempre lista para aventurarse, sabiendo que el amor verdadero puede superar cualquier obstáculo. Y así, en el profundo mar azul, la sirenita vivió con esperanza, esperando el día en que se reencontraría con su amado príncipe.
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