El príncipe feliz

Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de El Príncipe Feliz, basado en la obra de Oscar Wilde, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

En lo alto de la ciudad, sobre una gran columna, estaba la estatua del Príncipe Feliz. Estaba cubierta de hojas de oro puro, con ojos hechos de brillantes zafiros, y un gran rubí rojo adornaba la empuñadura de su espada. Era tan hermosa que todos los que la veían la admiraban.

Imagen intercalada 1 del cuento

"Es como un ángel", decían los niños mientras lo miraban con asombro. Sin embargo, nadie sabía que por dentro el Príncipe Feliz no estaba feliz en absoluto. Desde lo alto de su pedestal, podía ver toda la miseria y tristeza de la ciudad, y su corazón, hecho de plomo, se llenaba de pena.

Una noche, una pequeña golondrina voló sobre la ciudad. Había llegado tarde en su viaje hacia el sur y buscaba un lugar donde descansar. Vio la estatua del Príncipe y pensó que sería un buen refugio. "Dormiré aquí, bajo sus pies", dijo, mientras se acomodaba. Pero justo cuando iba a cerrar los ojos, una gota de agua cayó sobre ella.

"¡Qué extraño! No hay nubes en el cielo, pero me ha caído agua", pensó la golondrina, mirando hacia arriba. Fue entonces cuando vio que el Príncipe estaba llorando. Lágrimas de plomo corrían por sus doradas mejillas.

"¿Quién eres tú y por qué lloras?", le preguntó la golondrina sorprendida.

Imagen intercalada 2 del cuento

"Soy el Príncipe Feliz", respondió la estatua. "Cuando vivía en el palacio, nunca conocí la tristeza. Solo sabía de bailes, fiestas y alegrías. Pero ahora que estoy aquí arriba, puedo ver todo el sufrimiento de mi pueblo, y mi corazón no puede soportarlo."

La golondrina se sintió conmovida y quiso saber más. "¿Puedo ayudarte de alguna manera?", preguntó.

Imagen intercalada 3 del cuento

El Príncipe le contó a la golondrina sobre una mujer muy pobre que vivía en una pequeña casa. Estaba bordando un vestido para la reina, pero no tenía fuerzas porque su hijo estaba enfermo y no había nada para comer.

"Por favor, golondrina, toma el rubí de mi espada y llévaselo. Así ella podrá comprar comida y medicinas", le rogó el Príncipe.

La golondrina dudó al principio. "¡Pero debo viajar al sur con mis amigas!", dijo. Sin embargo, al mirar los ojos tristes del Príncipe, decidió quedarse una noche más. Con cuidado, tomó el rubí del Príncipe y voló hasta la casa de la mujer.

Entró por una ventana rota y dejó el rubí sobre la mesa. Luego, agitó sus alas cerca del niño enfermo para refrescarlo. La mujer despertó y vio el rubí con asombro. "¡Qué regalo tan maravilloso! Ahora mi hijo se salvará", dijo con lágrimas de alegría.

Al día siguiente, el Príncipe pidió a la golondrina otro favor. "Veo a un joven escritor en una buhardilla. Está tratando de terminar una obra, pero no tiene dinero para encender un fuego, y está hambriento. Llévale uno de mis ojos de zafiro."

Imagen intercalada 3 del cuento

"¡Pero eso te dejará ciego de un ojo!", exclamó la golondrina.

"Aún tengo otro ojo para ver", respondió el Príncipe con dulzura.

La golondrina, aunque con tristeza, sacó el zafiro y voló hasta la buhardilla del joven. Lo dejó sobre su mesa y agitó sus alas para calentarlo. El joven, al encontrar el zafiro, dio un grito de alegría. "¡Ahora podré terminar mi obra y no moriré de hambre!", dijo con gratitud.

Imagen intercalada 3 del cuento

Una vez más, el Príncipe hizo una petición. Esta vez, era para una niña que vendía fósforos. Había perdido todo su dinero y, si volvía a casa sin nada, su padre la golpearía.

"Llévale mi otro ojo", pidió el Príncipe.

"¡Pero entonces quedarás completamente ciego!", protestó la golondrina.

"No importa", dijo el Príncipe con firmeza. "Ayudar a los demás es lo que me hace feliz."

La golondrina obedeció, aunque su corazón estaba lleno de tristeza. Tomó el segundo zafiro y lo dejó en la mano de la niña. La pequeña sonrió con alegría y corrió a casa.

Ahora que el Príncipe estaba completamente ciego, la golondrina decidió quedarse con él para siempre. Le contó historias de los lugares hermosos que había visitado y lo acompañó en su soledad.

Imagen intercalada 3 del cuento

Con el tiempo, el invierno llegó, y la golondrina se debilitó por el frío. Una noche, voló hasta el hombro del Príncipe. "Adiós, querido Príncipe. Me voy para siempre", susurró con una última mirada de amor, y cayó a sus pies, muerta.

En ese momento, algo increíble sucedió. El corazón de plomo del Príncipe se partió en dos.

Imagen intercalada 3 del cuento

Al día siguiente, los habitantes de la ciudad encontraron la estatua del Príncipe sin adornos, ya que todo el oro y las joyas habían desaparecido. "Es fea e inútil", dijeron, y ordenaron que la derritieran.

Sin embargo, el corazón de plomo no se derritió y fue arrojado junto al cuerpo de la golondrina.

En el cielo, Dios miró la escena y dijo a uno de sus ángeles: "Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad." El ángel regresó con el corazón roto y la pequeña golondrina.

"Has elegido bien", dijo Dios. "En mi paraíso, la golondrina cantará para siempre, y el Príncipe será feliz por la eternidad."

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