Nota: Esta es una versión adaptada del cuento tradicional de El Pescador y el Genio, extraído de Las Mil y Una Noches, pensada para una audiencia infantil.

Había una vez un pescador muy pobre que vivía cerca del mar. Todos los días, lanzaba su red al agua con la esperanza de atrapar peces para vender y alimentar a su familia. Pero, aunque trabajaba duro, apenas conseguía lo suficiente para sobrevivir.

Una mañana, al salir el sol, el pescador decidió probar suerte. "Hoy será un buen día," se dijo mientras lanzaba su red al agua con fuerza. La primera vez que la recogió, solo encontró algas y ramas. "Paciencia", murmuró.
En su segundo intento, atrapó un montón de conchas rotas y basura. Suspiró, pero no se rindió. En su tercer intento, la red se sintió más pesada. “¡Por fin algo bueno!” pensó. Sin embargo, cuando la sacó, descubrió una gran vasija de bronce con una tapa sellada.
El pescador observó la vasija con curiosidad. Estaba decorada con extrañas inscripciones que no podía entender. “Tal vez tenga oro dentro”, se dijo emocionado. Quitó el sello con cuidado y destapó la vasija.
Al principio, no pasó nada. Pero de repente, comenzó a salir un humo espeso que se elevó hasta formar una figura gigantesca: ¡un genio enorme y aterrador! El pescador cayó al suelo del susto, mientras el genio lo miraba con ojos brillantes.

"Gracias por liberarme,” dijo el genio con una voz retumbante. “Pero ahora debo cumplir con mi promesa: ¡te destruiré!”

El pescador, temblando, levantó la mano. “¡Espera! ¿Por qué quieres hacerme daño si te he liberado?” preguntó.
El genio suspiró y contó su historia. “Hace siglos, desobedecí al rey de los genios, y como castigo, me encerró en esta vasija. Al principio, juré que quien me liberara sería recompensado con riquezas. Pero pasaron cientos de años, y nadie me encontró. Entonces, juré que si alguien me liberaba, lo castigaría con la muerte.”
El pescador pensó rápido. “¿Pero cómo es posible que un genio tan grande como tú estuvieras dentro de esa pequeña vasija?” preguntó con astucia.
El genio se rió burlón. “¡Es fácil para mí! Soy un genio poderoso, puedo cambiar mi forma como quiera.”
“¿De verdad?” dijo el pescador, fingiendo incredulidad. “No te creo. Muéstramelo.”
Sin sospechar nada, el genio se convirtió en humo y comenzó a regresar a la vasija. Una vez dentro, el pescador rápidamente cerró la tapa y volvió a sellarla con fuerza. “¡Ahora estás atrapado de nuevo!” exclamó triunfante.
El genio rugió de rabia desde dentro de la vasija. “¡Déjame salir! ¡Te prometo que no te haré daño!”

El pescador, todavía asustado, pensó en qué hacer. “Si te libero otra vez, ¿cómo sé que cumplirás tu palabra?”
El genio suplicó y juró que esta vez sería justo. “¡Te daré riquezas y no te haré daño! Por favor, dame otra oportunidad.”
Después de pensarlo mucho, el pescador decidió confiar. Abrió la vasija, y el genio salió de nuevo, esta vez más calmado. Para cumplir su promesa, el genio llevó al pescador a un lugar lleno de tesoros escondidos.
Con los tesoros, el pescador pudo vivir feliz con su familia, y nunca más tuvo que preocuparse por la comida. El genio, por su parte, aprendió que cumplir promesas es más importante que guardar rencores.
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