Alí Babá y los Cuarenta Ladrones

Nota: Esta es una versión adaptada del cuento tradicional de Alí Babá y los Cuarenta Ladrones, extraído de Las Mil y Una Noches, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

Alí Babá era un humilde leñador que vivía en un pequeño pueblo junto a su esposa. Un día, mientras cortaba leña en el bosque, vio una nube de polvo acercarse. Ocultándose tras unos arbustos, observó a un grupo de hombres a caballo. Eran cuarenta ladrones, liderados por un jefe con voz imponente.

Imagen intercalada 1 del cuento

Los hombres llegaron frente a una enorme roca. El jefe de los ladrones se bajó del caballo, levantó su mano y exclamó: “¡Ábrete, sésamo!”. Inmediatamente, la roca se movió, revelando una cueva secreta. Los ladrones entraron cargados de sacos llenos de oro y joyas. Alí Babá, maravillado, esperó a que todos se fueran antes de acercarse.

Una vez que la cueva estuvo vacía, Alí Babá se atrevió a repetir las palabras mágicas: “¡Ábrete, sésamo!”. La roca se abrió, y frente a él apareció un tesoro inimaginable: montañas de monedas, cofres con gemas y objetos valiosos. Emocionado, llenó un saco con lo que pudo cargar y volvió a casa.

Imagen intercalada 1 del cuento

Al llegar a casa, la esposa de Alí Babá quedó asombrada al ver las riquezas. Sin embargo, le advirtió que debían ser cautelosos para que nadie descubriera el origen de su fortuna. A pesar de esto, la mujer le pidió prestada una balanza a Kasim, el hermano rico de Alí Babá, para pesar las monedas.

Kasim, intrigado, notó que la balanza tenía rastros de oro cuando se la devolvieron. Quiso saber cómo su hermano, un simple leñador, había conseguido tanto dinero. Alí Babá trató de guardar el secreto, pero Kasim insistió tanto que finalmente le contó todo.

Avaricioso, Kasim planeó ir a la cueva y tomar el tesoro para sí mismo. Sin esperar, partió al día siguiente con muchos sacos para llenarlos. Pronunció las palabras mágicas, y la cueva se abrió, revelando su maravilloso contenido.

Imagen intercalada 2 del cuento

Kasim, deslumbrado por las riquezas, empezó a llenarse de oro y joyas. Pero al intentar salir, se dio cuenta de que no recordaba las palabras mágicas. Desesperado, gritó palabras al azar, pero la puerta de la cueva no se abría.

Mientras tanto, los ladrones regresaron y encontraron a Kasim atrapado. Enfurecidos al descubrir que alguien había descubierto su escondite, lo castigaron severamente. Al día siguiente, al notar que Kasim no había regresado, Alí Babá fue a buscarlo y encontró su cuerpo.

Con gran tristeza, llevó a su hermano de regreso al pueblo y lo enterró en secreto. Decidió cuidar a la viuda de Kasim, quien ahora dependía de él.

Imagen intercalada 3 del cuento

Los ladrones, al sospechar que alguien más conocía el secreto de la cueva, planearon descubrir quién era. Su líder ideó un plan: marcar la puerta de Alí Babá con una señal para regresar por la noche. Sin embargo, la sirvienta de Alí Babá, una mujer astuta llamada Morgiana, notó la marca y la borró, marcando varias puertas del vecindario para confundir a los ladrones.

Cuando los ladrones regresaron, no pudieron identificar la casa y decidieron probar otro plan. El jefe se disfrazó de comerciante de aceite y llevó cuarenta jarras grandes a casa de Alí Babá, fingiendo necesitar hospedaje. En realidad, dentro de las jarras estaban escondidos los ladrones.

Morgiana, siempre atenta, escuchó un susurro desde una de las jarras y descubrió el engaño. Rápidamente, hirvió aceite y vertió un poco en cada jarra, neutralizando a los ladrones.

Imagen intercalada 3 del cuento

El jefe de los ladrones, al ver frustrado su plan, intentó escapar, pero Morgiana lo detuvo con valentía. Alí Babá, agradecido por su astucia, le otorgó la libertad y un lugar honorable en su hogar.

Con los ladrones fuera de juego, Alí Babá y su familia vivieron en paz. Nunca abusaron de las riquezas de la cueva y usaron parte del tesoro para ayudar a los más necesitados. Alí Babá siempre recordó que el verdadero valor no estaba en el oro, sino en la bondad y la inteligencia.

Y así, su historia se convirtió en una lección para todos: la humildad y la honestidad son más valiosas que cualquier tesoro.

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