El sastrecillo valiente

Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de El Sastrecillo Valiente, basado en la obra de Los Hermanos Grimm, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

En un pequeño pueblo de un lejano reino, vivía un joven sastre llamado Tomás. Era un muchacho trabajador y de buen corazón, pero un día le ocurrió algo que cambió su vida por completo.

Imagen intercalada 1 del cuento

Una mañana soleada, mientras trabajaba en su taller, se preparó un pan con mermelada de fresa. La mermelada era su favorita, y estaba deseoso de probarla. Pero, apenas untó el pan, un grupo de moscas comenzó a revolotear a su alrededor. ¡Había siete moscas en total, zumbando y molestándolo sin parar!

Tomás intentó espantarlas, pero las moscas eran rápidas y escurridizas. Finalmente, harto de tanto alboroto, tomó un trapo y ¡paf, paf, paf! Con un golpe certero, logró aplastar a las siete moscas de un solo golpe.

—¡Ja! —dijo Tomás, lleno de orgullo—. ¡He matado a siete de un golpe!

Tan satisfecho estaba con su hazaña que decidió hacerse una cinta que decía: “Maté a siete de un golpe”, y se la ató al pecho. ¡Cuánto quería contarle a todo el mundo su proeza!

Tomás decidió salir a recorrer el mundo para que todos supieran de su valentía. Caminó por campos y bosques, siempre con su cinta puesta, llamando la atención de todo aquel que pasaba. La gente al ver la cinta decía: “¡Oh! Este joven es un valiente, ha matado a siete de un golpe. ¡Debe ser un gran héroe!”

Imagen intercalada 1 del cuento

Después de muchos días de viaje, llegó a un bosque donde vivían dos gigantes. Estos gigantes eran muy fuertes, pero también un poco tontos. Cuando vieron a Tomás y su cinta, se miraron entre ellos asombrados.

—¿Este pequeñín ha matado a siete de un golpe? —dijo uno de los gigantes, asustado—. ¡Debe ser muy fuerte!

Tomás notó que los gigantes parecían impresionados y, decidido a demostrar su valor, les dijo:

—¿Qué pasa, gigantes? ¿Tienen miedo? Puedo vencerlos si quieren.

Los gigantes, aunque eran tontos, no querían verse débiles ante el joven. Así que uno de ellos dijo:

—¡Ja! Nosotros no tememos a nadie. A ver si eres tan fuerte como dices. ¡Te retamos a una competencia de fuerza!

Uno de los gigantes levantó una enorme roca y la arrojó tan lejos como pudo.

—A ver si tú puedes hacer lo mismo —le dijo el gigante a Tomás.

Tomás pensó rápido. Sabía que no podría lanzar una roca tan grande, pero tenía una idea. Sacó de su bolsillo un pequeño pájaro que había atrapado durante su camino y, sin que los gigantes se dieran cuenta, lo lanzó al aire. El pájaro salió volando y se perdió en el cielo.

Imagen intercalada 2 del cuento

—¡Miren cómo lancé esta roca hasta el cielo! —dijo Tomás.

Los gigantes, sorprendidos, creyeron que el pequeño sastre era más fuerte de lo que parecía y comenzaron a preocuparse. Pero querían estar seguros de que el muchacho era fuerte de verdad, así que decidieron probar con otro reto.

Uno de ellos apretó una roca tan fuerte que lo aplastó y lo dejó hecho migajas.

—A ver si puedes hacer esto —dijo el gigante.

Tomás sacó de su bolsa un trozo de queso fresco y lo apretó hasta que salió un poco de leche. Los gigantes, creyendo que había exprimido una roca, se quedaron boquiabiertos.

—¡Este sastre es realmente increíble! —dijeron los gigantes.

Finalmente, uno de los gigantes sugirió otra prueba: trepar hasta la cima de un árbol muy alto para recoger frutas. Los dos gigantes comenzaron a escalar el árbol, y mientras estaban allá arriba, Tomás aprovechó para hacer una broma. Ató los pies de los gigantes con unas ramas de manera que, cuando intentaron bajar, se quedaron atrapados y no pudieron moverse.

—¡Auxilio! ¡Déjanos bajar! —gritaban los gigantes, avergonzados y aterrorizados.

Tomás, muy tranquilo, se fue del lugar y dejó a los gigantes atrapados en el árbol.

Imagen intercalada 3 del cuento

La fama de Tomás pronto llegó al rey, quien pensó: “Si este muchacho ha vencido a siete de un golpe y a dos gigantes, ¡seguro puede librarnos del gigante que aterroriza mi reino!” Así que envió a buscarlo.

Cuando Tomás llegó al castillo, el rey le dijo:

—Si logras vencer al gigante que vive en las montañas, te daré la mitad de mi reino y la mano de mi hija en matrimonio.

Tomás aceptó y se dirigió a la montaña donde vivía el gigante. Al verlo, el gigante comenzó a reírse, pero Tomás, usando su ingenio, ideó un plan. Engañó al gigante haciéndole creer que traía una gran piedra para pelear, pero, en realidad, era solo un saco lleno de arena. Entonces le dijo:

—Mira, gigante, soy tan fuerte que puedo aplastar esta piedra con mis manos.

El gigante, asombrado, le pidió al sastre que le enseñara cómo aplastarla. Tomás aprovechó para tirarle arena a los ojos y así el gigante quedó aturdido. El pequeño sastre aprovechó para atarlo con unas cuerdas que había traído. Luego, el gigante se rindió y prometió no volver a molestar al reino.

Imagen intercalada 3 del cuento

Así fue como el pequeño sastrecillo vivió feliz para siempre en el castillo, recordando siempre sus aventuras y cómo había logrado vencer a siete de un golpe, aunque en realidad fueran solo unas molestas moscas.

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