Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de Blancanieves, basado en la obra de Los Hermanos Grimm, pensada para una audiencia infantil.

Érase una vez una reina que, mientras cosía junto a una ventana, deseaba tener una hija tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como el ébano. Su deseo se cumplió y nació Blancanieves, una niña de una belleza inigualable. Sin embargo, la reina falleció al dar a luz y el rey volvió a casarse con una mujer vanidosa y cruel.
Esta nueva reina, obsesionada con su propia belleza, consultaba a un espejo mágico cada día. El espejo siempre le respondía que ella era la más hermosa, hasta que un día, al preguntar lo mismo, el espejo reveló que Blancanieves era aún más bella. Envenenada por los celos, la reina ordenó a un cazador que llevara a Blancanieves al bosque y la matara.

El cazador, apiadándose de la joven, la dejó escapar y llevó al palacio el corazón de un jabalí como prueba. Blancanieves, perdida en el bosque, encontró una pequeña casa donde vivían siete enanitos mineros. Ellos la acogieron y la cuidaron.
La reina, al enterarse de que Blancanieves seguía viva, ideó nuevos planes para acabar con ella. Primero, disfrazar un corsé de hierro para que la estrangulase. Luego, darle un peine de hierro para que la peinara hasta la muerte. Tras varios intentos fallidos, disfrazada de una anciana vendedora, se acercó a la cabaña de los siete enanitos y, con una voz dulce y engañosa, ofreció a Blancanieves una manzana envenenada. La joven, sin sospechar nada, mordió la fruta y cayó en un profundo sueño.

Los enanitos, al encontrarla, creyeron que había muerto y la colocaron en un ataúd de cristal. La noticia de la belleza de Blancanieves se extendió por todo el reino. Un joven príncipe, al escuchar el relato, quedó tan cautivado que viajó hasta la cabaña de los enanitos. Al ver a Blancanieves, quedó deslumbrado por su belleza y, con un beso lleno de amor, la despertó del hechizo.
La Reina, al enterarse de que Blancanieves seguía viva, enfureció aún más. Decidió asistir al banquete de bodas entre Blancanieves y el príncipe. Vestida con un traje de gala, se presentó ante todos, pero un hechizo hizo que sus pies quedaran atrapados en unos zapatos de hierro candente. Bailó sin descanso hasta desplomarse, consumida por las llamas que surgieron de sus zapatos.

Blancanieves y el príncipe se casaron en una gran ceremonia y vivieron felices para siempre en un reino lleno de alegría y paz. La Reina, por su crueldad y envidia, fue castigada y olvidada por todos. Y así, la belleza de Blancanieves triunfó sobre la maldad y la envidia, dejando una lección para todos: la belleza interior es mucho más valiosa que la belleza exterior.
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