¿Estás molesto?

Nota: Esta es una versión adaptada del cuento "Are You Angry?" de A. H. Wratislaw, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

En un pequeño pueblo, un padre vive con sus tres hijos. Dos de ellos son considerados astutos, y uno, muy tonto, pasa los días en el rincón de la chimenea. Un día, se organiza un juego peculiar: quien se enoje primero, perderá un premio. Esta historia nos enseña sobre el valor de la paciencia y el peligro del enojo desmedido.

Imagen capítulo 1

En un modesto hogar, el padre y la madre, con rostros serios y resignados, observaban a sus tres hijos mientras se preparaban para un extraño desafío. El menor, llamado Adán, era considerado algo distraído y soñador. Siempre se sentaba cerca de la chimenea, observando el fuego y pensando en mil cosas. Los otros dos hermanos, Mishek y Pavko, creían ser mucho más listos.

Un día, Mishek decidió buscar trabajo en un pueblo cercano. Su madre le preparó un morral lleno de tortas cocidas bajo las cenizas y lo despidió con cariño. En el nuevo lugar, encontró trabajo con un hombre que tenía una condición muy rara: “El primero que se enoje, pierde un premio”. Mishek aceptó.

El trabajo era duro y el patrón no le ofreció comida ni en el desayuno ni en el almuerzo. A pesar de todo, Mishek no se enojó, porque aún tenía las tortas de su madre. Pero al tercer día, ya sin comida y con mucha hambre, el amo volvió a preguntar: “Mishek, ¿no estás molesto?” Y la respuesta fue: “¿Cómo no voy a estar enojado si me tienes trabajando sin probar bocado?” Y así, perdió el desafío.

Imagen capítulo 2

Cuando volvió a casa, Pavko se burló: “¡Eso lo hago mejor yo!”. También pidió tortas, fue al mismo pueblo y con una actitud más confiada pero también ingenua, aceptó el mismo desafío: quien se enojara primero perdería y sufriría la misma suerte.

Pavko durante tres largos días trabajo sin alimento, más que el de su madre, el amo llamó insistentemente: “Pavko, ¿estás molesto?” y siempre obtuvo la respuesta: “Ni siquiera el diablo se enojaría, pues mi barriga ya está llena hasta la espina dorsal.”

Sin embargo, al finalizar tercer día Pavko se quedo sin alimentos e incapaz de esperar más por comer, el amo pregunto por última vez: "Pavko, ¿Estás molesto?" y éste con enojo respondió igual que su hermano mayor. Con dolor, Pavko regresó a casa, jurando en su interior que la crueldad del juego no tenía remedio.

El ambiente en la casa se llenó de tristeza, y el eco de las palabras del amo resonó entre los corazones de todos.

Imagen capítulo 3

Entonces Adán, desde su rincón junto al fuego, dijo: “Ustedes no saben jugar bien. Déjenme intentarlo a mí”. Se fue al pueblo con sus tortas y aceptó el mismo reto. Pero Adán tenía un plan.

Como el patrón no le daba comida, él fue al mercado y vendió lo que había cosechado para comprarse algo de comer. Cuando el patrón notó que no había nada guardado, Adán le preguntó con una sonrisa: "¿Está enojado?". "No, claro que no", respondió el patrón, porque no quería perder el juego.

Un día, los dueños de la casa salieron y le dijeron a Adán: “Por favor, cocina al borrego que te mire primero, y échale perejil”. Adán hizo mucho ruido al entrar al corral, y todos los borregos lo miraron a la vez. Así que cocinó uno… ¡y en lugar de perejil, metió a un cordero pequeño! con la finalidad de mentirle a los dueños y se molesten pensando que había metido a su perro que también se llamaba Perejil. Tomo al perro y se lo regalo a unos niños que jugaban en un parque lejano a la casa de sus dueños.

Cuando los dueños volvieron y preguntaron si todo estaba bien, Adán dijo con calma: “¡Todo perfecto! Cociné al borrego y eché a Perejil entero, hasta vi sus patitas saliendo de la olla”. El patrón, aunque sorprendido, solo dijo: “No estoy enojado”.

Imagen capítulo 4

Más adelante, en una noche oscura, el patrón dijo: “Ojalá alguien pudiera alumbrarnos hasta la iglesia”. Adán tuvo otra idea… e incendió el techo para que hiciera luz. ¡La casa entera se iluminó! Cuando el patrón llegó corriendo, Adán le preguntó: “¿Está enojado?”. Y el patrón, aunque estaba desesperado, respondió: “No, no lo estoy”, porque no quería perder.

Después de todo eso, el patrón y su esposa decidieron marcharse con Adán. Pero como ya no podían más con sus bromas, planearon dejarlo en un río mientras dormía. Sin embargo, Adán no era tonto. Se levantó en la noche y cambió de sitio con la esposa del patrón. Al despertar, el patrón vio que su esposa no estaba y gritó. Adán, con su eterna calma, preguntó: “¿Ahora sí está enojado?”. “¡Sí, muchísimo!”, respondió el patrón.

Adán regresó a casa y les dijo a sus hermanos: “¿Ven? Ustedes creían que yo era el tonto, ¡pero fui el único que ganó el juego!”.

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