El cuervo y Mercurio

Este cuento es una adaptación de la fábula de Esopo "The Crow and Mercury", ajustada para hacerla más accesible a un público infantil.

Imagen inicial del cuento

En una lejana tierra llena de frondosos árboles y ríos cristalinos, vivía un cuervo astuto pero un poco descuidado con sus promesas. Aprendamos juntos la lección de su historia...

Imagen capítulo 1

El cuervo, de plumas negras y brillantes, se posó en una rama en busca de algo que comer. Su aguda vista notó un pedazo de pan en el suelo. Sin dudarlo, bajó en picada para atraparlo, pero no se dio cuenta de la trampa oculta entre la hierba.

—¡Oh, no! —graznó al sentir que sus patas quedaban atrapadas en la cuerda.

Desesperado, miró al cielo y recordó las historias sobre los dioses que ayudaban a los necesitados.

—¡Oh, gran Apolo! —exclamó—. Si me liberas de esta trampa, te prometo ofrecerte el más fragante incienso en tu santuario.

Como por arte de magia, el viento sopló con fuerza y la cuerda se aflojó. El cuervo quedó libre y voló lejos, sin mirar atrás.

Imagen capítulo 2

Los días pasaron y el cuervo disfrutó de su libertad. Se olvidó completamente de su promesa a Apolo. Ni una sola vez pensó en llevar incienso al templo.

Un día, mientras buscaba comida de nuevo, se distrajo con el reflejo de un arroyo y... ¡zas! Sus patas quedaron atrapadas en otra trampa.

—¡Oh, no otra vez! —exclamó.

Esta vez, recordó a otro dios, Mercurio, protector de los viajeros y los astutos.

—¡Oh, gran Mercurio! —rogó—. Si me liberas, te prometo llevar incienso a tu altar.

Mercurio, que observaba desde las nubes, frunció el ceño.

Imagen capítulo 3

Mercurio descendió hasta donde estaba el cuervo atrapado.

—Cuervo, ¿acaso no prometiste lo mismo a Apolo hace unos días? —preguntó con severidad.

El cuervo parpadeó nervioso, sin saber qué decir.

—Si no cumpliste tu promesa anterior, ¿por qué habría de creerte ahora? —continuó Mercurio.

El cuervo bajó la cabeza, avergonzado. Se dio cuenta de que su engaño no había pasado desapercibido.

Mercurio, con un gesto amable pero firme, liberó al cuervo.

—Esta es tu última oportunidad. Aprende a ser agradecido y a cumplir tu palabra —dijo antes de desaparecer en el aire.

Imagen capítulo 4

El cuervo, aún asombrado, voló directo al templo de Apolo y dejó un poco de incienso en señal de gratitud. Luego hizo lo mismo en el altar de Mercurio.

Desde aquel día, nunca más hizo promesas en vano.

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