La creación

Este cuento es una adaptación de una fábula tradicional recopilada por Mabel Cook Cole. Se ha reescrito con fines educativos para un público infantil, manteniendo el respeto por la historia original y promoviendo valores positivos.

Imagen inicial del cuento

En tiempos muy antiguos, cuando el mundo aún no tenía personas ni cosas hechas por el ser humano, un espíritu muy sabio y bondadoso llamado Lumawig bajó del cielo. Él quería ayudar a construir un mundo lleno de vida, conocimiento y armonía. Esta es la historia de cómo lo hizo, paso a paso, enseñando a los primeros habitantes del planeta cómo vivir y trabajar juntos.

Imagen capítulo 1

En el principio, no había personas en la Tierra. Solo montañas, ríos y árboles esperaban silenciosos. Entonces, Lumawig, el Gran Espíritu, bajó del cielo con una misión muy especial.

Él fue a un campo lleno de juncos altos y verdes, y con sus propias manos, cortó muchos de ellos. Luego, los dividió en parejas. A cada pareja la colocó en una parte diferente del mundo y les dijo:

—¡Hablen!

En ese mismo instante, los juncos se convirtieron en personas: hombres y mujeres que podían hablar. Pero cada pareja hablaba un idioma distinto, diferente al de los demás.

Lumawig sonrió. Sabía que, aunque hablaran distinto, podrían aprender a vivir bien. Entonces les dio otra instrucción:

—Ahora deben casarse y formar familias.

Las parejas obedecieron y con el tiempo nacieron muchos niños. Y como los hijos aprendían el idioma de sus padres, cada comunidad conservó su manera única de hablar.

Imagen capítulo 2

Lumawig notó que las personas necesitaban cosas para cocinar y vivir mejor. Así que decidió darles un regalo muy útil: la sal.

Primero, fue a una aldea y les dijo:

—Aquí tienen esta sal. Deben hervirla en agua y luego venderla a sus vecinos.

Pero los habitantes de esa aldea no entendieron bien las instrucciones. Dejaron la sal sin tocar. Cuando Lumawig volvió, se sintió decepcionado.

—No han hecho lo que les pedí —dijo con tristeza.

Entonces, recogió la sal y fue a otro lugar llamado Mayinit. Allí, explicó otra vez cómo hervir la sal, y esta vez, las personas escucharon con atención y lo hicieron correctamente.

Lumawig sonrió contento y les dijo:

—Ustedes serán los guardianes de la sal. Siempre podrán venderla a los demás.

Imagen capítulo 3

Después, Lumawig fue a otro pueblo llamado Bontoc. Allí les dijo a las personas:

—Vayan a buscar arcilla para hacer ollas y platos.

Los habitantes obedecieron y trajeron la arcilla, pero no sabían cómo darle forma correctamente. Las ollas salieron torcidas y poco útiles.

Entonces Lumawig les dijo:

—Como no pudieron hacer bien las ollas, tendrán que comprarlas de ahora en adelante.

Y se llevó la arcilla a un lugar llamado Samoki, donde la gente prestó mucha atención a las instrucciones del Gran Espíritu. Modelaron la arcilla con cuidado, y las ollas resultaron lindas y bien hechas.

Lumawig sonrió y les dijo:

—Ustedes harán las ollas para todos. ¡Son verdaderos artistas!

Imagen capítulo 4

Lumawig continuó viajando por el mundo, enseñando a las personas a vivir mejor. Mostró cómo sembrar arroz, cómo construir casas seguras y cómo tratarse con respeto.

Cada vez que una comunidad escuchaba bien y aprendía, él les daba una responsabilidad especial. Así, cada grupo de personas tenía algo importante que hacer y compartir con los demás.

El mundo comenzó a llenarse de cosas útiles, de sabiduría, y sobre todo, de cooperación.

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