La ratita presumida

Nota: Esta es una versión adaptada del cuento tradicional de La Ratita Presumida, de autor Charles Perault, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

Había una vez una ratita que vivía en un pequeño pueblo lleno de vida y color. Esta ratita era conocida por todos sus vecinos no solo por su dulzura, sino también por lo mucho que le gustaba verse siempre bonita y arreglada. Pero un día, algo muy especial le sucedió, y su vida cambió para siempre.

Imagen intercalada 1 del cuento

Una mañana soleada, mientras la ratita barría la puerta de su casita, vio algo que brillaba en el suelo. “¡Oh, qué será eso tan brillante!” se preguntó emocionada. Al acercarse, descubrió que era una moneda de oro. La levantó cuidadosamente con sus patitas y dijo con alegría:

—¡Qué suerte tengo! Con esta moneda podré comprar algo bonito para mí.

La ratita, emocionada, pensó en todas las cosas que podría comprar: un lazo, dulces o tal vez una alfombra nueva para su casita. Después de mucho pensarlo, decidió que iría al mercado para comprarse un lazo de seda.

En el mercado, la ratita vio muchos lazos de diferentes colores y tamaños, pero hubo uno que llamó su atención: un lazo rojo brillante que parecía hecho especialmente para ella.

Imagen intercalada 2 del cuento

—¿Cuánto cuesta este lazo tan hermoso? —preguntó la ratita al tendero.

—Justo una moneda de oro —respondió el tendero con una sonrisa.

La ratita entregó su moneda felizmente y corrió a su casita para probárselo frente al espejo. Cuando se miró, exclamó:

—¡Estoy preciosa! ¡Este lazo es perfecto!

Entonces, la ratita salió al balcón para que todos sus vecinos la vieran con su lazo nuevo.

Imagen intercalada 3 del cuento

Cuando los vecinos vieron lo hermosa que estaba la ratita, comenzaron a llegar uno por uno para pedirle matrimonio. Primero llegó el gallo.

—Ratita, ratita, tú que estás tan bonita, ¿te casarías conmigo? —preguntó con voz fuerte.

La ratita, algo curiosa, preguntó:

—¿Y qué harías tú por mí?

—Cantaría para ti todas las mañanas. ¡Quiquiriquí! —gritó el gallo, tan fuerte que la ratita tapó sus orejas.

—¡No, no! ¡Tu canto es demasiado fuerte para mí! —respondió ella, y el gallo se fue muy apenado.

Después llegó el cerdo, el perro y hasta el burro, pero ninguno logró convencer a la ratita.

Imagen intercalada 3 del cuento

Finalmente, apareció un gato elegante, con un sombrero de terciopelo.

—Ratita, ratita, tú que estás tan bonita, ¿te casarías conmigo? —dijo con una voz dulce.

La ratita, que estaba cansada de las visitas ruidosas, pensó que este gato parecía amable. Entonces le preguntó:

—¿Y qué harías tú por mí?

—Te cuidaría y te cantaría canciones suaves para que duermas tranquila —respondió el gato, con una sonrisa encantadora.

La ratita pensó que eso sonaba maravilloso y aceptó la propuesta. Decidieron casarse al día siguiente.

El gato, aunque parecía amable, en realidad tenía un plan muy distinto en mente. “Esta ratita se ve deliciosa, y si me caso con ella, tendré un gran banquete”, pensó mientras afilaba sus uñas en secreto.

Imagen intercalada 3 del cuento

La ratita, feliz con los preparativos de la boda, no sospechaba nada. Sin embargo, una de sus amigas, la golondrina, que había oído al gato hablar de su plan, voló rápidamente a advertirle.

—Ratita, ratita, ten cuidado con ese gato. No quiere casarse contigo por amor, sino para comerte.

La ratita se quedó en shock y decidió que debía confirmar si eso era cierto.

Imagen intercalada 3 del cuento

Esa misma noche, la ratita preparó un delicioso pastel y lo dejó en la mesa. Se escondió detrás de una cortina para espiar. No pasó mucho tiempo cuando el gato entró sigilosamente.

—¡Mmm, qué aroma tan delicioso! —dijo el gato mientras se acercaba al pastel.

Pero mientras lo olía, murmuró:

—Este pastel será el postre perfecto después de mi cena de ratita.

La ratita escuchó todo y salió de su escondite.

—¡Así que era verdad lo que decían! ¡Eres un mentiroso! —gritó furiosa.

El gato, sorprendido, trató de atraparla, pero la ratita era más rápida.

Imagen intercalada 3 del cuento

La ratita logró escapar y cerró la puerta con llave. Al día siguiente, contó a todos los vecinos lo que había pasado, y el gato fue expulsado del pueblo por su mal comportamiento.

—He aprendido algo muy importante —dijo la ratita—. No hay que dejarse engañar por las apariencias ni por las palabras bonitas.

A partir de entonces, la ratita siguió siendo presumida, pero también más sabia y cuidadosa. Y cada vez que pasaba algo, sus amigos la apoyaban, porque sabían que era una ratita amable y valiente.

Post a Comment

Post a Comment (0)

Previous Post Next Post