Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de Barba Azul, basado en la obra de Charles Perrault, pensada para una audiencia infantil.

Había una vez un hombre muy rico conocido como Barba Azul. Este apodo se debía a su barba, que era de un azul oscuro y peculiar. Aunque era muy adinerado y poseía grandes mansiones y tesoros, su extraña apariencia asustaba a muchos. Había estado casado varias veces, pero misteriosamente, todas sus esposas habían desaparecido. Esto hacía que los rumores crecieran y que muchas personas lo evitaran.
Un día, Barba Azul decidió invitar a algunas de las jóvenes más hermosas del reino a un banquete en su mansión. Entre las invitadas estaba una joven que tenía dos hermanas. Aunque al principio dudaban en aceptar la invitación, las jóvenes quedaron encantadas con la lujosa fiesta. La menor de las hermanas, fascinada por el misterio de Barba Azul, comenzó a interesarse en él.
Tras la fiesta, Barba Azul pidió la mano de la hermana menor. Ella dudaba, pues recordaba los rumores sobre las anteriores esposas de Barba Azul, pero finalmente aceptó, seducida por su riqueza y encanto.

Poco después de la boda, Barba Azul anunció que debía ausentarse por unos días para atender negocios lejanos. Le entregó a su esposa un manojo de llaves y le explicó que podía usarlas para abrir todas las habitaciones de la mansión. Sin embargo, había una llave dorada que le indicó que no debía usar bajo ninguna circunstancia.
Intrigada, la joven esposa exploró las diferentes salas, todas llenas de riquezas: joyas, espejos, y cuadros de gran belleza. La mansión era aún más magnífica de lo que había imaginado. Pero a pesar de todo lo que había visto, no podía quitarse de la mente la pequeña llave dorada y la puerta prohibida.
Durante días, intentó distraerse y mantenerse ocupada, pero la curiosidad crecía en su interior. Finalmente, decidió que sólo echaría un vistazo y que nadie se enteraría.

Con el corazón latiendo con fuerza, la joven esposa usó la llave dorada para abrir la puerta prohibida. Al entrar, quedó horrorizada: en la habitación había un suelo manchado de sangre y colgaban de las paredes las figuras de las antiguas esposas de Barba Azul. Comprendió, con terror, que todas ellas habían sido asesinadas por su esposo.
Llorando y temblando, salió de la habitación y cerró la puerta, pero notó que la llave dorada tenía una mancha de sangre que no podía limpiar, sin importar cuánto lo intentara. Sabía que Barba Azul descubriría su desobediencia.
Al cabo de unos días, Barba Azul regresó. La joven trató de ocultar su miedo, pero él notó su nerviosismo. Poco después, pidió las llaves y, al ver la mancha de sangre en la llave dorada, comprendió que ella había desobedecido.

Barba Azul, furioso, ordenó a su esposa que se preparara para el castigo. Ella suplicó por su vida, pidiendo tiempo para despedirse de sus hermanos que vendrían a visitarla ese mismo día. A regañadientes, Barba Azul le concedió una pequeña prórroga, pero le advirtió que cuando el reloj marcara la hora señalada, ella no podría escapar.
Desesperada, la joven esposa subió a lo alto de la torre y vio a sus hermanos acercarse. Agitó un pañuelo para alertarlos y, al ver su señal, comenzaron a correr hacia la mansión. Mientras tanto, Barba Azul subía las escaleras con pasos firmes y amenazantes.
La joven esposa se armó de valor y trató de retrasarlo, rogándole una vez más que le perdonara la vida. Pero Barba Azul no se conmovió y continuó avanzando hacia ella.

Cuando Barba Azul estaba a punto de atacar a su esposa, los hermanos de ella irrumpieron en la habitación. Ambos se lanzaron contra Barba Azul, y tras una breve lucha, lograron vencerlo y poner fin a su vida. La joven esposa, llena de alivio, abrazó a sus hermanos y agradeció su oportuna llegada.
Con la muerte de Barba Azul, la joven heredó todas sus riquezas. Decidió transformar la mansión en un lugar de paz y alegría, olvidando para siempre los horrores que allí habían ocurrido. Finalmente, pudo vivir en paz, libre del terror y el misterio que había marcado su vida.
Y así, la joven esposa y su familia vivieron felices, llevando consigo la enseñanza de que el valor y la ayuda de sus seres queridos pueden superar hasta el peor de los miedos.
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