Ricitos de oro

Nota: Esta es una versión adaptada del cuento original de Ricitos de Oro, basado en la obra de Robert Southey, pensada para una audiencia infantil.

Imagen inicial del cuento

Había una vez, en un bosque muy, muy lejos, una niña llamada Ricitos de Oro. Le llamaban así porque tenía el cabello rizado y dorado como los rayos del sol. Un día, mientras paseaba por el bosque, Ricitos de Oro se alejó más de lo habitual y, sin darse cuenta, llegó a una casita pequeña y encantadora.

Ricitos de Oro estaba cansada y curiosa, así que decidió acercarse a la puerta. Tocó suavemente, pero no hubo respuesta. Entonces, la empujó con cuidado, ¡y la puerta se abrió!

—¡Hola!—dijo Ricitos de Oro, pero nadie contestó.

Imagen intercalada 1 del cuento

Como era una niña muy curiosa, decidió entrar. Lo primero que vio fue una mesa con tres platos de sopa. Tenía mucha hambre, así que decidió probar la sopa del primer plato, que era muy grande.

—¡Ay, está muy caliente!—dijo, haciendo una mueca.

Luego probó la sopa del segundo plato, que era un poco más pequeño.

—¡Uy, está muy fría!—dijo, arrugando la nariz.

Por último, probó la sopa del tercer plato, que era el más pequeño de todos.

—¡Mmm, esta está perfecta!—exclamó, sonriendo. Y siguió comiendo hasta que no quedó ni una gota.

Imagen intercalada 3 del cuento

Después de comer, Ricitos de Oro vio tres sillas alrededor de la chimenea. Se sentía un poco cansada, así que decidió sentarse. Primero, se subió en la silla grande.

—¡Uy, esta silla es demasiado dura!—se quejó.

Luego, se sentó en la silla mediana.

—¡Ay, esta silla es muy blanda!—dijo, hundiéndose en el asiento.

Por último, se sentó en la silla pequeña.

—¡Esta es perfecta!—dijo con alegría. Pero, de repente, la silla crujió, se tambaleó, ¡y se rompió en pedazos!

Imagen intercalada 5 del cuento

Después del susto, Ricitos de Oro decidió que necesitaba descansar un poco. Subió las escaleras y encontró tres camas en una habitación. Primero, se acostó en la cama grande.

—¡Esta cama es muy dura!—dijo, mientras se daba vuelta.

Luego, probó la cama mediana.

—¡Uy, esta cama es muy blanda!—dijo, rebotando en el colchón.

Por último, se acostó en la cama pequeña.

—¡Esta es perfecta!—dijo, y se quedó profundamente dormida.

Mientras Ricitos de Oro dormía, los tres osos que vivían en la casita regresaron a casa. Había un Papá Oso, una Mamá Osa y un Osito. Al ver sus platos y sillas alterados, subieron las escaleras. Osito encontró a Ricitos de Oro en su cama y exclamó:

—¡Alguien está durmiendo en mi cama!

Imagen intercalada 6 del cuento

Ricitos de Oro despertó y, asustada, huyó rápidamente de la casa. Corrió hasta llegar a su hogar, prometiéndose no volver a entrar en casas ajenas.

Y así, Ricitos de Oro aprendió una valiosa lección ese día.

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