Bambú y la tortuga

Nota: Esta es una adaptación del cuento "Bamboo and the Turtle", pensada para una audiencia infantil.

Bambú, un niño curioso de doce años, vivía en Hsi Ling, un bosque sagrado en China donde reposaban antiguos emperadores. Aunque su padre le prohibía seguir a los turistas, su espíritu inquieto anhelaba descubrir el mundo. Un día, por pura casualidad, encuentra las puertas abiertas de un templo prohibido. Al entrar, se encuentra con una tortuga de piedra que... ¡habla! Esta mágica criatura le ofrece una aventura que cambiará su vida para siempre.

Bambú observó maravillado la tortuga de piedra en el centro del templo. Siempre la había visto desde afuera, pero nunca imaginó que podría hablar.

—¡Por fin alguien viene a visitarme! —dijo la tortuga con voz profunda.

Bambú se quedó boquiabierto.

—¿Tú... puedes hablar?

—¡Claro que sí! Pero pocos me escuchan. Llevo cien años sosteniendo esta piedra en mi espalda. ¿Me ayudarías a liberarme?

Bambú dudó. ¿Sería correcto hacerlo? Pero la tortuga parecía amigable, y su historia despertó su compasión.

—¿Cómo te ayudo? —preguntó.

La tortuga le explicó que, si caminaba hacia la salida, la pesada losa caería y ella podría moverse. Sin pensarlo dos veces, Bambú aceptó.

Con un crujido, la tortuga avanzó. El pilar de piedra tembló y, finalmente, cayó al suelo con un estruendoso golpe.

—¡Soy libre! —exclamó la tortuga, estirando sus patas.

Bambú sintió una mezcla de alegría y miedo. ¿Qué pasaría ahora?

—Ven conmigo —dijo la tortuga—. Te mostraré un mundo más allá de este bosque.

Bambú, emocionado, asintió. Subió sobre el caparazón y, con un fuerte impulso, la tortuga comenzó a elevarse en el aire.

El viento despeinaba el cabello de Bambú mientras la tortuga volaba sobre el bosque. Desde arriba, el mundo se veía inmenso y brillante bajo la luna.

—¿A dónde vamos? —preguntó el niño.

—Al lugar donde el mundo comenzó —respondió la tortuga.

Viajaron sobre montañas, ríos y ciudades iluminadas por farolillos flotantes. Bambú nunca había visto algo tan hermoso.

—Eres mi primer amigo en mucho tiempo —dijo la tortuga con ternura.

Bambú sonrió. Sentía que esta aventura sería inolvidable.

Al amanecer, llegaron a un valle mágico donde el tiempo parecía haberse detenido. Frente a ellos, un dragón dorado y un fénix multicolor los esperaban.

—¡Amigos míos! —exclamó la tortuga—. Han pasado siglos.

El dragón sonrió.

—Bienvenida de nuevo. Y veo que has traído compañía.

Bambú no podía creer lo que veía. ¡Estaba con criaturas legendarias!

El dragón se acercó y extendió una gran escama dorada.

—Tómala, niño. Es un símbolo de valentía.

Bambú la sostuvo y sintió una cálida energía recorriendo su cuerpo. El fénix también le regaló una pluma roja brillante.

—Con estos obsequios, siempre recordarás este día —dijo la tortuga.

Bambú nunca había sido más feliz.

—Es hora de volver —dijo la tortuga.

Subieron al cielo una vez más. Sin embargo, de repente, Bambú perdió el equilibrio y cayó.

—¡Ahhh! —gritó, cerrando los ojos.

Cuando despertó, estaba en el templo. Su padre lo sacudía.

—¡Deja de dormir bajo la tortuga! ¡Es hora de cenar!

Bambú miró sus manos. La pluma y la escama seguían ahí. No había sido un sueño.

Sonrió. Había vivido la mayor aventura de su vida.